MODA

Para asistir al Fashion Trust Arabia 2025, la empresaria hispano-argentina dejó claro que, cuando se trata de causar impacto, no hay elección más acertada que recurrir a una pieza histórica. Consciente del valor simbólico y estético de la moda, optó por un diseño de Azzedine Alaïa de 1993, una auténtica joya que confirma su buen ojo para las piezas que trascienden el tiempo.

Este vestido, proveniente de los archivos de la prestigiosa firma, no solo resalta su figura, sino que también demuestra su respeto por la artesanía y la visión del célebre diseñador. Con líneas clásicas, acabado impecable y una silueta que celebra la elegancia en su máxima expresión, la prenda la convirtió en una de las invitadas más comentadas de la noche.

La elección no fue casualidad. En un evento donde convergen creatividad, innovación y lujo, ella decidió apostar por la moda como una declaración de estilo y de historia. Al lucir un diseño vintage de tal magnitud, logró conectar la estética contemporánea con la esencia de los años noventa, un periodo marcado por la sofisticación pura y la figura inconfundible de Alaïa.

El look fue complementado con accesorios minimalistas que permitieron que el vestido brillara por sí mismo. La empresaria demostró que, en ocasiones, menos es más: bastó un par de pumps negros y un maquillaje pulido para potenciar el aura refinada que transmitía su elección de vestuario.

Con este estilismo, no solo reafirmó su estatus como referente de moda, sino que también recordó al público la importancia de reivindicar piezas icónicas en un mundo donde lo efímero suele dominar. Su presencia en el evento quedó marcada como un homenaje a la moda atemporal y a la elegancia genuina que pocas figuras saben manejar con tanta naturalidad.

La estrecha y constante conexión entre Georgina Rodríguez y el mundo de la moda es innegable. A lo largo de los últimos años, la modelo ha demostrado una afinidad natural por este universo, consolidando una imagen sofisticada y llena de intención. Su presencia en eventos, campañas y colaboraciones la ha posicionado como una de las figuras más influyentes dentro del panorama fashion internacional.

Para muchos, basta recordar sus apariciones en algunos de los desfiles más importantes de la Semana de la Moda de París. Uno de los más comentados fue el debut de Pierpaolo Piccioli como director creativo de Balenciaga, donde Georgina se convirtió en una de las invitadas más observadas. Asimismo, su protagonismo como estrella de portada en la edición de febrero de 2024 de Vogue México y Latinoamérica reafirmó su estatus como un verdadero ícono de estilo, capaz de marcar tendencia con cada elección.

Después de algunos meses alejada de los reflectores, su retorno era esperado, pero no por eso dejó de causar sorpresa. Su reaparición llegó de la mano de un evento de talla internacional que celebra el talento, la creatividad y el futuro de la moda. Y como era de esperarse, lo hizo con una presencia que acaparó miradas desde el primer instante.

La modelo y empresaria hispano-argentina decidió hacer su gran regreso en Doha, Qatar, asistiendo a la prestigiosa ceremonia de premiación Fashion Trust Arabia 2025. Su presencia no solo reavivó el interés del público y de la prensa especializada, sino que también reforzó la idea de que continúa siendo una figura clave en el circuito de eventos globales de moda.

Con esta aparición impecablemente calculada, Georgina confirmó que su relación con la moda no es pasajera, sino parte esencial de su identidad pública. Su regreso a los eventos internacionales no solo la coloca nuevamente en el radar de la industria, sino que también deja claro que sigue siendo una musa contemporánea que inspira, sorprende y evoluciona con cada paso que da.

En la alfombra roja del Fashion Trust Arabia 2025, Georgina Rodríguez volvió a demostrar por qué es considerada una de las mujeres más elegantes y observadas del panorama internacional. Con una presencia magnética y una seguridad impecable, la modelo y empresaria capturó todas las miradas desde el instante en que llegó al recinto. Entre celebridades, diseñadores y figuras influyentes, su aparición se convirtió rápidamente en uno de los momentos más comentados de la noche.

Para esta cita tan esperada, Georgina apostó por un look que no solo resaltó su figura, sino que también rindió homenaje a la historia de la moda. Elegir una pieza vintage es una declaración poderosa, y ella lo sabe. Por eso recurrió a un vestido negro de archivo de Azzedine Alaïa, proveniente de la colección Otoño-Invierno 1993, una muestra del genio del diseñador tunecino y de su talento para crear siluetas atemporales.

El diseño presentaba una estructura impecable, un escote en V discreto y una confección en textil acolchado que añadía profundidad sin perder delicadeza. Al prescindir de mangas, el vestido lograba un equilibrio perfecto entre sobriedad y sofisticación, permitiendo que la silueta de Georgina fuera protagonista sin necesidad de excesos. La elección de una pieza tan emblemática demostró, una vez más, que ella entiende como pocas el poder de la moda con historia.

Fiel a una estética minimalista pero sumamente refinada, la empresaria decidió complementar este vestido con un par de pumps negros, un básico eterno que este año ha regresado con fuerza y que se ha posicionado como uno de los zapatos estrella de la temporada Otoño-Invierno 2025. Su diseño pulcro y su acabado glamuroso potenciaron la elegancia del conjunto sin robar protagonismo a la pieza principal.

Si uno observa con detenimiento, queda claro que cada detalle fue cuidadosamente planificado. Georgina domina a la perfección ese estilo de “elegancia silenciosa”, donde las líneas limpias, los tonos neutros y las piezas bien escogidas se convierten en una declaración contundente de buen gusto. Su look en Doha no solo refleja su evolución estilística, sino también la forma en que ha aprendido a narrar una historia a través de su vestuario.

En lugar de recurrir a un collar llamativo, como el deslumbrante collar de diamantes que lució meses atrás en la cena Kering Caring For Women, esta vez optó por un enfoque más equilibrado. Eligió pendientes largos, una pulsera delicada y anillos brillantes que añadieron el toque justo de luminosidad al conjunto. La joyería, cuidadosamente seleccionada, cumplió el rol de elevar el look sin competir con la majestuosidad del vestido.

El peinado también jugó un papel fundamental en la armonía visual. Georgina apostó por un recogido pulido y elegante, un estilo que enmarca su rostro y resalta sus facciones sin desviar la mirada del outfit. Este hairstyle, clásico y moderno a la vez, contribuyó a reforzar la estética sobria que definió su paso por la alfombra roja.

El maquillaje acompañó a la perfección esta propuesta. Sus cejas marcadas, un delineado sutil y un rubor coral delicadamente aplicado aportaron frescura y definición al rostro. Los labios, en un tono glossy similar al del rubor, ofrecieron un acabado jugoso y luminoso que equilibró la sobriedad del vestuario con un toque de suavidad.

El resultado final fue un look que combinó historia, actualidad y personalidad. Cada elemento, desde el vestido hasta los accesorios, se integró para construir una imagen coherente y poderosa que reafirma el estatus de Georgina como referente estilístico a nivel global. Su capacidad para mezclar piezas icónicas con tendencias modernas demuestra una madurez sartorial que pocos logran alcanzar.

Con su aparición en el Fashion Trust Arabia 2025, Georgina Rodríguez no solo reafirma su dominio en la alfombra roja, sino que también deja claro que sigue apostando por la moda con intención y propósito. Su presencia se convierte, así, en un recordatorio de que la elegancia no es solo cuestión de vestirse bien, sino de saber contar una historia a través de cada elección.

La presencia de Georgina en Doha también puso en evidencia su creciente influencia dentro del ecosistema de la moda de Medio Oriente, una región que celebra el lujo, la artesanía y la expresión cultural. Su participación en un evento como Fashion Trust Arabia no solo refuerza su papel como embajadora de estilo, sino que además demuestra su interés por apoyar iniciativas que impulsan a diseñadores emergentes y consolidan nuevas voces en la industria.

En este contexto, su elección de una pieza vintage cobra aún más relevancia. En un mundo dominado por tendencias efímeras y ritmos acelerados, apostar por un vestido histórico comunica un mensaje claro: la moda es patrimonio, memoria y legado. Georgina, consciente de ello, utiliza cada aparición pública como una oportunidad para promover la permanencia del diseño atemporal y destacar la importancia de preservar el trabajo de grandes creadores como Alaïa.

Además, su look se convirtió en una conversación inevitable en redes sociales, donde sus seguidores celebraron la combinación de sobriedad y glamour que la caracteriza. Las fotografías de su paso por la alfombra roja circularon rápidamente, generando comentarios positivos sobre su estilo, su porte y su capacidad para transformar un diseño de archivo en un atuendo completamente vigente y moderno.

La noche no solo fue un triunfo estético para la modelo, sino también un recordatorio del impacto que puede tener una figura pública en la valorización de la moda como arte. Su presencia fue un punto de conexión entre generaciones, uniendo el pasado de la alta costura con las nuevas propuestas que buscan abrirse camino en un mercado cada vez más competitivo y globalizado.

Con este cierre perfecto, Georgina Rodríguez reafirma, una vez más, que su relación con la moda trasciende tendencias pasajeras. Su habilidad para equilibrar glamour, historia y actualidad la consagra como una de las referentes más influyentes del momento. Y si algo quedó claro en Doha, es que cada una de sus apariciones seguirá generando expectativas, admiración y titulares en todo el mundo.

La modelo, empresaria y figura clave en el mundo de la belleza, Hailey Bieber, brilló en la ceremonia de los WSJ Magazine Innovator Awards 2025 celebrada en el Museum of Modern Art de Nueva York. En la velada recibió el premio Beauty Innovator en reconocimiento a su rol al frente de la marca de cuidado de la piel Rhode, que fue adquirida por e.l.f. Beauty por mil millones de dólares en mayo de 2025.

Durante su discurso, Bieber tomó un enfoque poco convencional en estos eventos de alta gala: no solo agradeció el reconocimiento sino que dedicó unas palabras al ecosistema de fundadoras y creadores de la industria de la belleza. “Celebro a cada fundador que está en este camino junto a mí”, dijo, remarcando que la innovación no solo es crear productos nuevos, sino también ofrecer oportunidades, romper barreras y redefinir lo que puede significar tener influencia. 

La estética de la velada también tuvo su momento: Bieber apareció vestida con un conjunto total de cuero negro de la colección Primavera/Verano 2026 de Saint Laurent (diseñador Anthony Vaccarello) — chaqueta tipo motociclista, bustier corset, falda lápiz de cuero y un detalle atrevido: tacones slingback de cuero blanco que rompían la paleta oscura. La estilista apuesta al poder del contraste, la textura y el diseño arriesgado, reafirmando que el estilo puede ser al mismo tiempo elegante y disruptivo.

Pero más allá del vestido, hubo un detalle que captó la atención de los presentes y de los medios: Bieber llevó consigo un Labubu — la figura de juguete coleccionable creada por el ilustrador Kasing Lung y comercializada por la empresa POP MART — que se ha convertido en un fenómeno viral en moda, street style y cultura pop. 

Labubu no es simplemente un muñeco; es símbolo de una cultura que mezcla nostalgia, coleccionismo, moda y exclusividad. Su estética — orejas puntiagudas, sonrisa de dientes afilados y una expresión juguetona-feroz — ha capturado a diversas generaciones, desde adolescentes que cuelgan versiones en mochilas hasta celebridades que lo convierten en parte de su look.

Que Bieber lo incorporase como detalle demuestra cómo ella combina las dos caras de su perfil: por un lado, la ejecutiva que lidera una marca millonaria, y por otro, la creadora de tendencia que entiende que los símbolos importan. El pequeño giro del juguete añade personalidad, enfatiza que la moda puede ser divertida, y que incluso en eventos ultra formales hay espacio para el juego y el ‘easter egg’ cultural.

El reconocimiento de Hailey Bieber no es sólo un trofeo: representa una transición. Ya no se la ve únicamente como modelo o esposa de una superestrella, sino como una empresaria que genera valor (y visibilidad) por sí misma, que entiende la intersección entre marca, medios, cultura y comunidad. Su discurso hacia otros creadores sugiere un cambio de paradigma en la industria de la belleza, hacia alianzas más horizontales y colaborativas.

Y al mismo tiempo, la presencia del Labubu revela que esta generación —que ya no separa los mundos de lujo, pop-cultura y streetwear— entiende los accesorios como expresiones de identidad. En un evento de alto nivel, el juguete funciona como signo de pertenencia a una élite cultural que domina tanto las pasarelas como los salones de board room.

Queda preguntarse si este tipo de momentos serán el nuevo estándar: empresarias-celebridades que combinan resolución de negocios con códigos de estilo disruptivos, y que no tienen miedo de tomar riesgos estéticos. También queda ver cómo marcas como Rhode evolucionan bajo la nueva etapa con e.l.f. Beauty, y si Hailey continuará siendo la cara visible, creativa y estratégica de ese proceso.

Por otro lado, la conexión juguetona con Labubu ofrece una pista sobre hacia dónde camina la moda-celebridad: menos solemnidad tradicional, más guiños conscientes, más hibridación entre seriedad empresarial y cultura pop. Y todo eso en una noche donde los innovadores se celebran no solo por lo que crean, sino por lo que simbolizan.

En suma, Hailey Bieber en los Innovator Awards fue mucho más que una aparición glamorosa: fue una declaración de intenciones. Negocio + estética + cultura pop. Y en su bolso, un muñeco que lo decía con estilo.

Anoche en Nueva York, la gala de los WWD Honors 2025 se transformó en una pasarela de alta costura sobre la alfombra roja. Con la presencia de figuras como Anne Hathaway, Laverne Cox y un listado de personalidades del mundo de la moda, el cine y el entretenimiento, el evento volvió a marcar —como cada edición— la conexión entre reconocimiento profesional y estilo de impacto.

La gran protagonista de la noche fue Anne Hathaway, que llegó al evento con un vestido arquivístico de Valentino en un rojo icónico diseñado originalmente para la colección Alta Costura Otoño 2003 del sello. Al hablar con la prensa, la actriz compartió que la prenda tenía un significado especial: “Creo que este vestido se mostró en 2005, que es el año en que conocí a Valentino y Giancarlo Giammetti en el set de The Devil Wears Prada”, comentó. El atuendo, con tonos de carmesí y silueta fluida, reafirma cómo un vestido puede convertirse en símbolo, tanto personal como de marca.

Por su parte, Laverne Cox eligió un look con un pasado potente: un diseño de Alexander McQueen de la colección Primavera 2013, reinterpretado para esta alfombra. La estructura dramática, el contraste entre cuero y tul, y los detalles arquitectónicos hablaron de riesgo y sofisticación. Al elegir esta pieza, Cox demostró no solo su afinidad con la moda de archivo sino también una declaración de estilo: la alfombra roja como espacio de expresión auténtica.

El análisis general de Tom & Lorenzo lo resumió bien: “La mayoría de los asistentes vinieron con looks discutibles”, pero eso es exactamente lo que se espera de una noche que celebra creatividad, visión y legado. En esencia, el evento no se trató sólo de “buena ropa”, sino de moda como lenguaje, como referencia cultural y como homenaje visible al trabajo de décadas.

Entre los matices destacados de la noche estuvo la fusión entre lo moderno y lo histórico: piezas de archivo de casas legendarias junto a interpretaciones personales de las celebridades, mezclando pasadas temporadas con el presente inmediato. Esto generó una atmósfera de “moda viva”, donde el traje no es solo vestido, sino conversación, memoria y posicionamiento.

El lugar elegido, Cipriani South Street en Nueva York, añadió al ambiente el glamour sobrio que acompaña cada edición de los WWD Honors. Las luces, el acceso limitado para prensa especializada, y la clara intención de que la alfombra roja sea tan protagonista como la ceremonia misma: un momento para detenerse, mirar y comentar.

La relevancia de la alfombra roja en este contexto va más allá del estilo. El evento premia a figuras que han dejado huella en el mundo de la moda o han tenido impacto cultural significativo. En ese sentido, vestir para la ocasión no es únicamente lucirse, sino situarse dentro de una narrativa de influencia. Vestir Valentino vintage, optar por McQueen de archivo, significa participar del legado que esas firmas representan.

La presencia de mujeres y hombres en esos atuendos también evidenció cómo la alfombra está menos encasillada que en décadas pasadas: no solo vestidos largos femeninos tradicionales, sino interpretaciones más variadas, piezas de archivo, avances de temporada, texturas oscuras y juegos de proporción que retan la norma. Esta edición lo dejó claro: la moda es menos uniforme, más personal y más comentada.

Para los seguidores del estilo, uno de los aprendizajes de la noche fue reconocer cómo un solo vestido puede hablar de historia (Valentino 2003), de conexión personal (Hathaway), de riesgo (Cox) y de nuevo significado al volver a la luz del presente. En un mundo saturado de “estrenos” rápidos, la apuesta por lo archivo se siente refrescante.

Este tipo de evento también revela la sinergia entre moda y medios. La cobertura de la alfombra roja fue amplia, desde fotografías en los portales de moda hasta análisis de estilistas y bloggers que comentaron cada detalle: forma, material, accesorios, peinado, pose. Así, la alfombra vuelve a ser un escenario donde importa lo que se ve y lo que se dice.

En definitiva, la alfombra roja de los WWD Honors 2025 no fue solo un pasillo de flashes, sino un momento de moda con propósito. Fue una llamada a mirar el valor de lo que vestimos —la historia que traen, la declaración que hacen— y por qué, en una noche dedicada a los “héroes” del estilo y la visión, cada atuendo se convierte en un homenaje. La próxima vez que aparezca un vestido rojo en un evento importante, quizás lo veamos como algo más que “bonito”. Quizás lo veamos como parte de una conversación que comenzó en una alfombra roja.

El ídolo surcoreano Jung Kook, integrante del fenómeno global BTS, ha vuelto a causar sensación al protagonizar una nueva campaña de Calvin Klein, consolidando su estatus no solo como una de las voces más reconocidas del K-pop, sino también como un ícono de estilo internacional. Las imágenes, recientemente lanzadas por la marca, revelan una faceta más madura, segura y audaz del artista, reafirmando la conexión natural que ha construido con la estética minimalista de la casa estadounidense.

Desde su primera colaboración con Calvin Klein en 2023, Jung Kook se ha convertido en uno de los rostros más potentes dentro de la estrategia de la firma por conquistar a un público joven, diverso y digital. En esta nueva campaña, el artista luce piezas clásicas de mezclilla, camisetas ajustadas y, por supuesto, la icónica ropa interior de la marca, reinterpretadas bajo una mirada moderna y sofisticada que potencia su magnetismo natural. Cada imagen combina sensualidad y elegancia sin esfuerzo, evocando la esencia de la marca pero con el toque inconfundible del cantante.

Las fotografías, tomadas en blanco y negro —un sello distintivo del universo Calvin Klein—, muestran a Jung Kook en su máxima expresión: relajado, pero cargado de intensidad. El concepto visual explora la dualidad entre vulnerabilidad y poder, dos cualidades que el cantante ha sabido transmitir desde sus inicios. Su lenguaje corporal habla por sí solo: una mezcla entre naturalidad y presencia escénica que hace difícil apartar la mirada. No es solo una sesión fotográfica, sino una declaración de identidad.

El impacto fue inmediato. En cuestión de horas, las redes sociales estallaron con millones de interacciones, convirtiendo el nombre del artista y de la marca en tendencia global. Fans de todo el mundo compartieron las imágenes, generando debates sobre la estética, el crecimiento artístico y la madurez del cantante. Las piezas que Jung Kook modela se agotaron en varios países en tiempo récord, reafirmando el fenómeno comercial que lo rodea. La llamada “efecto Jung Kook” volvió a hacerse evidente: todo lo que lleva, promociona o menciona, se convierte en objeto de deseo.

 

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Esta colaboración no es casualidad. Calvin Klein ha apostado históricamente por figuras que encarnan rebeldía, individualidad y autenticidad —desde Kate Moss y Mark Wahlberg hasta Justin Bieber—, y en Jung Kook ha encontrado la representación perfecta de esos valores adaptados al presente. Su imagen combina fuerza y sutileza, juventud y elegancia, con una autenticidad que conecta con una audiencia global cada vez más ávida de referentes reales.

Además, la elección del artista simboliza la evolución del lujo contemporáneo, uno que se aleja del elitismo tradicional para abrazar la diversidad cultural y la conexión emocional. Calvin Klein no solo vende ropa: vende actitud. Y Jung Kook, con su carisma natural y estética versátil, personifica esa nueva generación que entiende la moda como una extensión del alma.

Más allá de la moda, esta alianza refuerza el poder cultural del K-pop como fenómeno global. Jung Kook, quien paralelamente continúa consolidando su carrera en solitario con éxitos como “Seven” y “Standing Next to You”, demuestra que su influencia trasciende géneros y fronteras. Su versatilidad lo ha convertido en un referente tanto en la música como en la moda, capaz de dominar escenarios, campañas y alfombras con el mismo magnetismo.

En esta campaña no solo posa un cantante: posa un símbolo contemporáneo de confianza, libertad y cambio. Calvin Klein lo sabe, y Jung Kook lo interpreta con naturalidad y poder. Su presencia redefine los códigos de la masculinidad moderna, combinando vulnerabilidad y fuerza en una sola imagen.

En definitiva, Jung Kook no solo viste Calvin Klein; lo reinterpreta. Su imagen encarna la energía de una generación que busca autenticidad en cada detalle. La colaboración entre ambos no solo celebra la moda, sino también una forma de entender el presente: espontáneo, diverso y profundamente conectado con la cultura global.

El 26 de octubre, los históricos estudios Paramount en Los Ángeles se transformaron en un escenario de ensueño. Allí tuvo lugar Vogue World: Hollywood 2025, una gala que unió el poder del cine y la moda en un desfile que fue mucho más que una simple pasarela. Bajo la producción de Vogue, el evento —que en ediciones anteriores visitó Nueva York, Londres y París— celebró esta vez el legado del séptimo arte con homenajes visuales, recreaciones de vestuarios legendarios y una propuesta estética que combinó nostalgia, innovación y espectáculo puro.

La inauguración estuvo a cargo de Nicole Kidman, quien interpretó el clásico “Put the Blame on Mame”, en un guiño directo a Gilda (1946), para luego descender la pasarela con un impresionante vestido negro de Chanel diseñado por Matthieu Blazy. Su presencia marcó el tono de la noche: sofisticado, cinematográfico y profundamente evocador. En otro momento de la velada, Kendall Jenner sorprendió al usar el traje original de Moulin Rouge! que Kidman había lucido en 2001, una pieza resplandeciente de lentejuelas que sirvió como símbolo de conexión entre generaciones de glamour.

La estructura del desfile se dividió en capítulos temáticos, cada uno inspirado en distintas épocas y estilos cinematográficos. El primero, titulado “Renegades”, rindió homenaje a personajes excéntricos y rebeldes como los de Matrix, Edward Scissorhands y Alice in Wonderland, con colaboraciones entre casas de moda como Alexander McQueen y la diseñadora Colleen Atwood. Luego, Julia Garner deslumbró al transformarse en Marie Antoinette, con un vestido rosa lleno de volantes y detalles barrocos inspirado en el filme de Sofia Coppola, una recreación firmada por la legendaria figurinista Milena Canonero.

Uno de los momentos más emotivos de la noche llegó con el tributo a Diane Keaton, fallecida recientemente. La modelo Betsy Gaghan desfiló con un traje Ralph Lauren al estilo Annie Hall, mientras la voz de Keaton sonaba de fondo interpretando “Seems Like Old Times”. También hubo homenajes a íconos eternos como Audrey Hepburn, cuya silueta de Breakfast at Tiffany’s fue revivida con una réplica exacta del vestido Givenchy y su inconfundible collar de perlas. Cada secuencia del evento fue pensada como un relato visual, donde la moda reescribía los capítulos del cine clásico.

El cierre del espectáculo fue tan vibrante como su inicio. Doja Cat apareció en escena con un mini vestido de cota de malla diseñado por Michael Schmidt, inspirado en el atuendo de Tina Turner en Mad Max Beyond Thunderdome. La artista fusionó poder, rebeldía y sensualidad en una performance que selló el espíritu del evento: el arte como punto de encuentro entre mundos distintos.

Entre el público, las celebridades también marcaron tendencia. Miley Cyrus asistió en cuero negro de Saint Laurent, compartiendo primera fila con Hailey Bieber, mientras que V de BTS atrajo todas las miradas con su elegante traje clásico junto a Dakota Johnson. Más allá del brillo, Vogue World: Hollywood tuvo una causa solidaria: el 100 % de los ingresos fue destinado al Entertainment Community Fund, organización que apoya a trabajadores del cine y la televisión afectados por los incendios recientes en California y otras crisis del sector.

El mensaje del evento fue claro: la moda no solo viste, sino que cuenta historias. Al reunir a diseñadores, actores, músicos y figurinistas en una misma narrativa, Vogue World demostró que el estilo puede ser tan poderoso como una película, capaz de evocar emociones, rescatar memorias y construir nuevas identidades culturales. Este encuentro entre pasarela y celuloide también reveló el poder de la nostalgia como motor creativo, y cómo la reinvención de lo clásico puede seguir inspirando nuevas generaciones.

En definitiva, Vogue World: Hollywood 2025 no fue simplemente un desfile, sino una puesta en escena que celebró la conexión eterna entre el cine y la moda. Bajo las luces del legendario estudio Paramount, los trajes, los gestos y las referencias fílmicas revivieron como si fueran escenas de una película viva, recordándonos que, al final, el verdadero glamour no solo se lleva puesto: se interpreta.

La actriz Emma Stone ha causado sensación recientemente al aparecer en Nueva York vestida con un conjunto que evoca uno de los momentos más emblemáticos de la moda de los años noventa. Con motivo de la promoción de su nueva película Bugonia, Stone desembarcó en la ciudad el 22 de octubre de 2025 con un look que rinde homenaje directo a Gwyneth Paltrow y a su icónica aparición en la cinta Great Expectations (1998).

El atuendo en cuestión es nada menos que el conjunto de seda verde hoja —blusa de manga larga con cuello y falda recta a juego— perteneciente a la colección Primavera-Verano 1996 de Donna Karan, exactamente el mismo que Paltrow lució al interpretar a Estella en Great Expectations. Stone completó el estilismo con sandalias negras de tacón bajo (Manolo Blahnik “Susa”) y aretes discretos de diamantes, apostando por una elegancia sobria que permite al conjunto brillar por sí solo.

Este regreso estilístico no es casual. Paltrow misma declaró que aquel conjunto había sido diseñado por Donna Karan para encajar con la ambientación cromática de la película: “Todo era verde —cada set, cada tela, cada traje—”, contó la actriz en una entrevista con Vogue. Al elegir Stone este look, se refuerza la idea de que la moda noventera, célebre por su minimalismo y líneas limpias, continúa vigente y es reinterpretada por nuevas generaciones con respeto por su legado.

En un momento donde las tendencias cambian casi a diario, la decisión de rescatar una pieza de archivo demuestra una apuesta por la atemporalidad. Como señaló Grazia, “mientras muchas revivals de los 90 tienden al grunge o al streetwear, este gesto celebra un minimalismo más adulto: sensual sin gritar, femenino sin florituras”. La elección de Emma Stone encarna precisamente esa premisa: sutileza con intención.

Su aparición ocurre además en un punto crucial de su carrera. Con Bugonia próximo a estrenarse, la actriz vuelve a ocupar el foco mediático. Adoptar un estilismo cargado de historia añade una capa de profundidad a su imagen pública: no sólo como intérprete versátil, sino como referente de estilo que sabe dialogar con el pasado y el presente. Escoger un atuendo que remite a Paltrow —y por extensión a toda una estética cinematográfica de los 90— es también una declaración de principios: la moda que realmente importa no siempre es nueva; a veces es reimaginada.

La elección de Stone invita a reflexionar sobre cómo entendemos la moda contemporánea. Los looks de archivo ya no son simples ejercicios de nostalgia, sino vehículos de autoridad estética. Funcionan como un lenguaje que une épocas y discursos: la elegancia puede residir en la moderación, en la coherencia entre piezas y en el respeto por la historia del diseño. Revivir un estilo es también rescatar el contexto cultural que lo generó: el cine, la fotografía, la sensibilidad visual de toda una década.

Con su aparición en la Gran Manzana, Emma Stone no solo se vistió de verde; se alineó con una estética que fue referente en los noventa, conquistó una escena cinematográfica y se convirtió en símbolo de moda. Al hacerlo con el conjunto de Donna Karan que definió la imagen de Gwyneth Paltrow en Great Expectations, Stone reafirma que el buen estilo trasciende décadas, que lo icónico perdura y que, a veces, mirar atrás es la mejor manera de avanzar.

En su caso, el pasado no es nostalgia: es inspiración puesta al servicio del presente, una conversación entre generaciones de mujeres que han encontrado en la moda un medio para contar su propia historia. Emma Stone, una vez más, demuestra que vestir puede ser también una forma de actuación: un papel donde cada detalle —color, textura y memoria— tiene algo que decir.

La luz del Atlántico volvió a brillar con fuerza en la nueva edición de la Gran Canaria Swim Week by Moda Cálida 2025, el evento más importante de moda baño en Europa, que reunió a diseñadores, marcas emergentes y talentos internacionales en una celebración de creatividad, sostenibilidad y belleza natural. Del 16 al 19 de octubre, el recinto ferial de ExpoMeloneras (Maspalomas) se convirtió en el epicentro del glamour veraniego, confirmando que la moda de baño vive un momento de renovación total.

Esta edición se distinguió por una fuerte apuesta por la diversidad, la innovación textil y la sostenibilidad, tres pilares que definen la nueva dirección de la industria. Bajo la organización del Cabildo de Gran Canaria y la colaboración de IFEMA Madrid, el evento consolidó su posición como una de las plataformas más relevantes para el diseño de moda resort y beachwear, no solo en España, sino también a nivel europeo.

El desfile inaugural dejó claro el tono de la semana: una mezcla entre elegancia y conciencia ambiental. Las firmas presentaron colecciones que combinan la funcionalidad del diseño con materiales ecológicos, tejidos reciclados y procesos de confección responsables. Marcas consagradas como Como un Pez en el Agua, Ágatha Ruiz de la Prada y Gottex compartieron pasarela con diseñadores emergentes que apuestan por el futuro de la moda sostenible.

Entre las tendencias más destacadas, FashionUnited señala el retorno del minimalismo elegante con trajes de baño de cortes limpios, tonos neutros y detalles metálicos, así como la influencia del estilo retro de los años 70 y 90, reinterpretado con tejidos tecnológicos y estampados digitales. También brillaron los diseños con formas asimétricas, bordados artesanales y drapeados que realzan la silueta sin sacrificar comodidad.

Uno de los puntos más comentados fue la presencia de marcas internacionales invitadas, que aportaron una visión global al evento. Diseñadores de Portugal, Italia, Colombia y Grecia presentaron propuestas inspiradas en el Mediterráneo y el Caribe, creando un diálogo visual entre tradición y modernidad. Esta apertura internacional refuerza el objetivo de Gran Canaria Swim Week: posicionarse como un hub creativo del Atlántico, donde confluyen la innovación, el arte y la moda.

La pasarela también apostó por la inclusión y la representación real. Modelos de diferentes tallas, edades y etnias desfilaron con naturalidad, rompiendo con los estereotipos tradicionales de la moda baño. El mensaje fue claro: el cuerpo real es protagonista, y el verano pertenece a todos. Este cambio de enfoque refleja una evolución profunda en el discurso estético de la industria, cada vez más comprometida con la diversidad y el bienestar.

Otro de los grandes protagonistas fue el diseño local canario, que continúa ganando terreno internacional. Firmas como Lenita & XTG, Lía Swimwear y Aurelia Gil demostraron la fuerza creativa de las Islas Canarias, combinando artesanía, color y vanguardia. Estas colecciones, inspiradas en la naturaleza volcánica y marina del archipiélago, reivindicaron la identidad isleña como fuente de inspiración para una moda global.

La organización del evento también destacó por su compromiso medioambiental. Se redujo el uso de plásticos, se promovieron materiales reciclables y se implementaron prácticas de bajo impacto energético. Además, se impulsaron charlas y mesas redondas sobre moda circular, innovación textil y consumo responsable, demostrando que la Gran Canaria Swim Week es mucho más que una pasarela: es un espacio de reflexión sobre el futuro del sector.

Otro aspecto relevante fue el uso de la tecnología como herramienta creativa. Varias firmas incorporaron técnicas de impresión 3D, tejidos inteligentes y patrones digitales que se adaptan al cuerpo. Este cruce entre diseño y tecnología consolidó la idea de que el traje de baño del siglo XXI debe ser tanto estético como funcional, capaz de unir moda, comodidad y conciencia ambiental.

La clausura del evento fue un despliegue de energía, música y color. La pasarela se transformó en una oda al océano: tonos azules, verdes y corales dominaron los looks, evocando la esencia marina que inspira a los creadores. Entre aplausos, los diseñadores desfilaron junto a sus equipos, celebrando no solo la moda, sino el trabajo colectivo que sostiene cada prenda.

En resumen, la Gran Canaria Swim Week 2025 ha confirmado que la moda de baño está viviendo una nueva edad dorada. Ya no se trata solo de tendencias, sino de valores y experiencias: del respeto por la naturaleza, la representación de todos los cuerpos y la fusión entre arte y sostenibilidad.

El evento, que ha convertido al archipiélago canario en el escaparate internacional del verano eterno, reafirma que el futuro de la moda está en el equilibrio: diseñar con propósito, producir con respeto y vestir con libertad.

La Semana de la Moda de Milán siempre ha sido sinónimo de audacia, elegancia y provocación, pero en esta edición, una aparición eclipsó todas las miradas. La cantante británica Dua Lipa se convirtió en el centro absoluto de atención al asistir al desfile de la firma italiana GCDS luciendo un impactante vestido negro transparente que redefinió el equilibrio entre sensualidad y sofisticación. Su look, aplaudido por la crítica y viralizado en redes sociales, consolidó a la artista como una de las nuevas musas de la moda contemporánea.

¡HOLA! Fashion, el diseño elegido por Dua Lipa pertenece a la colección de GCDS (God Can’t Destroy Streetwear), una de las marcas italianas más influyentes en la fusión entre el lujo y la cultura urbana. El vestido, confeccionado en una gasa negra translúcida de efecto fluido, deja entrever una silueta sutilmente estructurada con bordes brillantes y detalles estratégicos que realzan la figura sin caer en la vulgaridad. La prenda equilibraba la transparencia y la sobriedad, un sello característico de la estética de la artista: sensual, pero siempre con control y personalidad.

El look se completó con unos tacones minimalistas negros, joyería discreta y un maquillaje natural que destacó sus rasgos. Dua Lipa optó por un peinado con raya al medio y ondas suaves, evocando una elegancia relajada y contemporánea. El resultado fue un conjunto de sofisticación moderna con toque rebelde, perfecto para el espíritu irreverente de GCDS.

Su aparición no pasó desapercibida entre los asistentes ni entre los fotógrafos que abarrotaron la primera fila del desfile. La artista, embajadora de grandes firmas como Versace y Balenciaga, ha construido una identidad estética versátil, moviéndose con naturalidad entre el pop y la alta costura. En Milán, reafirmó su lugar como referente global de estilo y como un puente entre la moda callejera y el glamour de pasarela.

La estrecha relación entre Dua Lipa y la moda italiana. La cantante no solo ha sido imagen de Versace protagonizando campañas junto a Donatella, sino que también ha impulsado la visibilidad de marcas emergentes que, como GCDS, proponen un lenguaje más libre, inclusivo y experimental. Su presencia en el desfile fue interpretada como una declaración de apoyo a una generación de diseñadores que buscan romper los códigos clásicos del lujo.

El desfile de GCDS, dirigido por Giuliano Calza, apostó por una estética que mezcla el humor, la ironía y la sensualidad pop. En la pasarela desfilaron diseños llenos de color, referencias al cómic y guiños al estilo Y2K, pero Dua Lipa, desde el front row, aportó el contraste perfecto: un negro absoluto que simboliza poder y misterio, recordando que la elegancia no necesita exceso, solo presencia.

Se destaca que la cantante se ha convertido en un icono generacional que encarna la nueva feminidad del siglo XXI: segura, autónoma y expresiva. Su elección de vestuario, más allá de la moda, es un acto de narrativa visual. Cada aparición pública de Dua Lipa transmite un mensaje de empoderamiento y libertad estética. En Milán, su vestido transparente no fue solo un homenaje a la sensualidad, sino una afirmación de confianza corporal y autenticidad.

Las redes sociales no tardaron en reaccionar. Miles de publicaciones con el hashtag #DuaLipaMilanFashionWeek inundaron Instagram y X (Twitter), con fanáticos, periodistas y expertos en moda alabando el equilibrio entre provocación y elegancia que logró la artista. Para muchos, fue el mejor look de la semana y un ejemplo de cómo la moda puede ser al mismo tiempo atrevida y refinada.

El fenómeno Dua Lipa trasciende la alfombra roja. Su estilo combina influencias del vintage, el glamour noventero y la estética futurista, creando una identidad visual coherente con su evolución musical. En cada aparición ya sea en una gala, un festival o un desfile reafirma su papel como musa de una generación que reivindica la individualidad como forma de poder.

El vestido negro transparente se convierte así en algo más que una prenda: es un símbolo de la nueva sensualidad contemporánea, aquella que no busca complacer, sino expresar. Dua Lipa, con su elegancia despreocupada, demuestra que la moda actual trata de contar historias a través de la piel, la actitud y la libertad.

La figura del piloto monegasco Charles Leclerc, actualmente al volante del equipo Scuderia Ferrari en la Fórmula 1, ha extendido recientemente su influencia más allá del asfalto: aparecer en las páginas de la revista Icon Magazine para hablar de su pasión por la alta relojería, el automovilismo y, de forma destacada, su vínculo con la nueva colección «primavera/verano 2026» de Ferrari Style. Esa combinación de deporte, estilo y marca le sitúa en un territorio donde la velocidad y la moda convergen.

En la entrevista concedida a Icon, Leclerc se muestra en un registro sorprendentemente introspectivo. Más allá del habitual discurso competitivo —«quiero ganar el Mundial con Ferrari»—, expone un deseo de explorar su identidad fuera de la pista, de cómo vestir, de qué significa el lujo hoy y qué papel juegan la autenticidad y el estilo personal en su día a día. Esta edición de la revista dedica un amplio reportaje al piloto–embajador, con tomas donde aparece enfundado en el traje rojo-bordó de Ferrari, mezclado con piezas de la colección cápsula de primavera/verano 2026: tejidos técnicos, siluetas relajadas, un guiño al denim de inspiración automovilística y detalles que recuerdan al universo de las carreras.

La colección en cuestión parte de una colaboración entre Ferrari Style y Leclerc, lo que convierte cada prenda en una extensión de su propia personalidad. Tal como lo describió la propia marca: “Los códigos de elegancia y prestaciones de Ferrari se unen al carácter desenvuelto y dinámico de Charles”. En Icon, Leclerc comenta cómo participó activamente en el diseño: desde la elección de textiles livianos para desplazamientos hasta el uso de colores que evocan tanto el monoplaza rojo como la paleta mediterránea de su Mónaco natal.

Un aspecto que resalta el artículo es la tensión entre su rol de piloto estrella y el de embajador de moda. En la pista, cada milésima cuenta; en la moda, el valor está en la imagen y en cómo se cuenta una historia. Leclerc afirma que ambas facetas no están tan alejadas: “Cuando llevo el mono y entro en el garaje, todo está diseñado; cuando visto con la colección, quiero sentir la misma precisión, pero con comodidad”. Esa disposición quedó reflejada en la sesión fotográfica que acompaña al reportaje: fondos sobrios, iluminación natural, prendas que toman protagonismo y, en medio de todo ello, Leclerc, que se mueve entre las piezas con una familiaridad poco común en pilotos.

Otro punto que aborda la entrevista es el futuro de Ferrari y, de forma indirecta, su propia trayectoria. Aunque la conversación no se centra en estrategia deportiva, las líneas evocan una voluntad de Leclerc por consolidar no solo resultados en pista sino también una identidad global. Según él, la colección primavera/verano 2026 simboliza “un nuevo capítulo” para Ferrari Style y, por extensión, para su carrera. Esa idea —de renacimiento o reinvención— se alinea con las expectativas puestas en la temporada 2026 de Fórmula 1, donde cambia el reglamento y Ferrari espera volver a la cima.

La cobertura de Icon también destaca el equilibrio entre lo aspiracional y lo humano. Leclerc habla de su relación con la ciudad de Mónaco, del peso de llevar el número 16 y de cómo la presión de Ferrari lo define tanto como su pasión por la moda. Una frase que retumba: “Ser el piloto de Ferrari no se apaga cuando dejo el casco; la identidad continua en cada gesto”. Y esa continuidad la ve reflejada en cada prenda de la colección: desde sudaderas con detalles de carreras hasta baúles de cuero hechos a mano, todos elementos simbólicos de un mundo donde la velocidad, el estilo y la marca forman un triángulo inseparable. 

Por último, el artículo señala que esta aparición en Icon no es un movimiento aislado: representa una estrategia consciente de Leclerc para proyectar su imagen más allá de la parrilla. En un entorno mediático donde los pilotos ya no solo compiten en la pista sino también en redes, moda y estilo de vida, él parece apostar fuerte. La primavera/verano 2026 de Ferrari Style se convierte así en escenario, no solo de prendas, sino de narrativas: de un piloto que acelera hacia su próximo campeonato y de una marca que busca redefinir su legado estético.

En resumen, la entrevista de Charles Leclerc para Icon Magazine nos muestra a un deportista en plena transición hacia convertirse en un protagonista multiplataforma: corredor, embajador, icono de estilo. Y cuando viste la colección primavera/verano 2026 de Ferrari, no lleva solo ropa: lleva una historia. Una historia que se gestó en un monoplaza rojo, entre curvas y boxes, y que ahora se despliega en tejidos, cortes y accesorios pensados para la vida —no solo para la pista.

El Gran Premio de los Estados Unidos en Austin no es solo velocidad, motores y adrenalina: se ha vuelto una pasarela urbana donde moda, cultura local y activaciones reinventan la experiencia del aficionado. En la edición 2025, el Circuito de las Américas (COTA) vuelve a demostrar que ir a la F1 significa también vestirse para impresionar, explorar, interactuar y conectar con algo más que solo la carrera. Aquí te cuento lo más destacado en cuanto a vestimentas y estilo, y lo que están haciendo los organizadores para que cada rincón vibre con identidad texana.

Austin está celebrando su sabor local, y la moda de los asistentes lo refleja. En los últimos días se ha visto un fuerte predominio del estilo cowboy: sombreros (Stetsons), botas vaqueras, prendas de mezclilla – vaqueras y chamarras – que se combinan con camisetas de equipos o logotipos de F1. Este guiño al estilo texano no es solo apariencia, es parte de la atmósfera que el evento busca promover.

El ambientador cultural va más allá del calzado o los sombreros: se llama “Haturday” al sábado del Gran Premio, donde se alienta a los asistentes a llevar su sombrero texano, como parte de la identidad de comunidad.

El calor de Texas, combinando con la gran cantidad de caminatas, hace que la vestimenta funcional sea esencial. Muchos fans optan por outfits ligeros, tejidos transpirables, sneakers cómodos y sombreros para protegerse del sol. En las áreas VIP y de hospitalidad, el dress code marca “smart casual”: pantalones de vestir o chinos, camisas de cuello; las mujeres pueden usar vestidos, faldas, looks un poco más arreglados. Jeans limpios (sin rotos extremos), calzado decente, nada de prendas deportivas muy informales o rotas.

Los autos también se suman a esta tendencia estética. Seis equipos han presentado liveries especiales para destacar en Austin. McLaren por ejemplo incorpora una librea iridiscente inspirada en la paleta de colores de Google Gemini. Racing Bulls con Visa Cash App apuesta por un diseño tipo carey (tortoise shell), Williams rescata un estilo retro de 2002, Alpine luce los colores de Mercado Libre. Estas creaciones no solo decoran los autos, sino que combinan con uniformes, merchandising y presencia visual en toda la pista.

Fanáticos y marcas han elevado el nivel. Por ejemplo, McLaren lanzó colecciones exclusivas para Austin: gorras edición especial, ropa con los colores del GP de Austin, colaboraciones con New Era, colecciones de merchandising que combinan con la cultura local y el gusto del público joven.
GPFans

Pacsun también destaca: trae colecciones de moda F1-USGP con toque texano – sombreros vaqueros, trucker hats, camisetas, chaquetas, etc. La idea no es solo ofrecer merch oficial, sino permitir que los fans expresen su estilo personal integrando elementos locales.

La vestimenta también se vuelve parte del entretenimiento. No solo te vistes para ver la Fórmula 1, sino para participar en entornos donde la moda, el arte y la cultura convergen. Algunas de las experiencias más notables:

F1 Hub: una pop-up store que funciona varios días en el barrio South Congress Avenue, con colecciones especiales, colaboraciones, ropa, merch oficial, para que los fanáticos no solo vean los autos sino también vivan el ambiente.

McLaren Racing Live: Zone Studio: un espacio gratuito en el downtown de Austin donde arte, diseño, performance y cultura cruzan con la estética de McLaren. Se hacen murals, intervenciones artísticas, experiencias interactivas que mezclan moda, tecnología y marca.
McLaren

Activaciones de marcas: experiencias con simuladores de pits, pop-ups de moda, tiendas especiales de colecciones limitadas, todo pensado para que los asistentes se involucren y lleven algo tangible de recuerdo

Ver estos cambios hace evidente que la F1 en Austin no sólo quiere ser una carrera, sino un festival de cultura global con identidad regional marcadas. Cada livery especial, cada sombrero vaquero, cada colección exclusiva le da al evento una capa de significado que va más allá del automovilismo.

Para los fanáticos, esto significa que asistir ya no es solo apoyar a un piloto, sino expresarse; llevar un outfit que cuente algo, que diga de dónde vienes, qué te gusta. Para las marcas, una oportunidad enorme de conectar con públicos diversos, jóvenes, con gusto estético, que valoran el estilo tanto como el deporte.

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